jueves, 21 de noviembre de 2013

La vida de los chicos y chicas en la aldea






¿A qué jugaban los niños guaraníes?



Los chicos tenían muchos juegos y se preparaban ellos mismos buena parte de sus juguetes.
Por ejemplo, muñequitos en forma de personas o animales, que modelaban con arcilla, con cera de
los panales de avispas, con hojas de palmera trenzadas y también tallados en madera, para lo cual
eran muy habilidosos. Además bailaban, corrían carreras, jugaban a las escondidas y a la guerra,
luchaban, tiraban al blanco con aros de juguete y jugaban partidos con una pelota hecha de hojas de
maíz que se tiraba y atajaba con la mano. También dibujaban; como no tenían lápices ni papel, lo
hacían en la arena de las playas junto a los ríos: como se ve, cuando uno tiene ganas de algo,
siempre se las ingenia para hacerlo.
[...]
No había escuelas, así que todo lo enseñaban los parientes, que eran lo que más abundaban.
A las nenas, las madres las iban entrenando desde chiquitas para hacer todas las cosas que
necesitaban saber cuando se casaran. Poco a poco, según la edad, iban aprendiendo a hilar el
algodón, a coser la ropa, a cocinar y hacer cerámica.
Los varones al principio la llevaban más de arriba y pasaban buen tiempo jugando; ya les
tocaría, cuando fueran grandes, por ejemplo, jugarse la cabeza en la guerra defendiendo a la familia.
Pero en estos juegos también iban aprendiendo cosas que harían al crecer; armaban combates entre
ellos y de esa manera se iban entrenando para cuando tuvieran edad de ir a la guerra, a los catorce o
quince años (y en esto la pelea como juego era mucho más útil que entre los chicos de las ciudades
modernas, que a veces se muelen a patadas nada más que para imitar lo que se ve en televisión). A
medida que se hacían mayores, los padres les enseñaban a hacer arcos y flechas, a pescar y poner
trampas de caza.
A todo esto, chicas y chicos iban aprendiendo los bailes religiosos, muy importantes para los
guaraníes, porque para ellos eran una forma de rezar. Estas danzas tenían que hacerse con mucha
atención y conocimiento; no era cosa de zangolotearse a lo loco.

Fragmento extraído del libro “Los Guaraníes”

De Miguel Ángel Palermo.


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